HISTORIA DEL CANNABIS
por LUIS MIGUEL Godínez Castilla
Aunque ocupe un lugar especial en la historia mundial como una planta multidimensional que ha dado lugar a relatos opuestos, el cannabis es sencillamente un vegetal muy común, adaptable y amante del sol que se puede cultivar en muchos climas. Apareció hace treinta y seis millones de años en el macizo de Altái, ubicado en la meseta de Asia Central.
Desde allí se extendió por todo el mundo; hacia el norte se expandió por China y Europa, donde prevaleció su uso como fibra (aun- que existen pruebas de que también se usó como remedio en esas zonas). Hacia el sur se propagó por la India, Oriente Medio y África, donde sus propiedades curativas y su uso psicoactivo alcanzaron una gran popularidad. Dondequiera que se introdujera la planta tendía a quedarse; se dedicaban grandes extensiones de terreno a su cultivo y se le daban una notable variedad de usos medicinales, dietéticos y prácticos. Este tipo de uso diverso de una planta es un indicador habitual de la duración de su relación con los humanos.
Una característica de algunas de las plantas cultivadas más antiguas es que tienen múltiples propósitos, que van desde proporcionar fibra hasta constituir alimento y una fuente de sanación. En muchas partes de Eurasia, el cannabis crece como planta silvestre, especialmente a lo largo de los valles de los ríos donde los humanos solían asentarse y cambiar los entornos originales. Se adapta rápidamente a los hábitats recién saneados y, a menudo, es de las primeras plantas que aparecen en los montones de compost ricos en nitrógeno creados por el hombre. A medida que se encontraron nuevos usos para la planta, se fue cultivando más directamente en los asentamientos y alrededor de ellos. Ha recibido cientos de nombres y cuenta con una vasta historia, que está más allá del alcance de este libro, pero se utilizó mucho en el contexto de la anti- gua medicina griega. Su nombre científico más popular se remonta a Grecia. Dioscórides la denominó kannabion en el siglo I de nuestra era (un diminutivo que se traduce como ‘cannabis pequeño’ o ‘cannabis querido’, probablemente a partir de la raíz kanna o cane). Varias teorías diferentes sobre la etimología de la palabra apuntan a un origen sumerio o sánscrito. Algunos eruditos afirman que la planta se menciona en la Biblia como «caña o bastón aromático» o como parte de un «aceite sagrado» hecho con varias hierbas y que solo se podía usar para ungir a los miembros del sacerdocio aarónico. A lo largo de los siglos, se han seleccionado y cultivado varios tipos de cannabis con distintos propósitos. Como producto no médico, el cáñamo fue amplia- mente utilizado para producir fibra. Cuando se establecieron las trece colonias de Estados Unidos, se exigió a los agricultores que el cáñamo constituyese al menos un 25 % de sus cultivos: las velas y las cuerdas eran necesarias para los barcos mercantiles. El cáñamo constituía también la principal materia prima para la elaboración de papel y ropa: la Declaración de Independencia se escribió en papel de cáñamo. El cáñamo fue la columna vertebral del desarrollo de Estados Unidos, y dos de sus padres fundadores, George Washington y Thomas Jefferson, fueron agricultores centrados en su cultivo. Aunque los etnobotánicos y los exploradores que describían sus aventuras a veces mencionaban el cannabis, los médicos occidentales supieron muy poco de él hasta mediados del siglo xix. La introducción del cannabis en el mundo moderno se atribuye al médico irlandés William Brooke O’Shaughnessy, quien leyó un artículo revolucionario a un grupo de estudiantes y académicos de la Medical and Physical Society of Calcutta (‘sociedad médica y física de Calcuta’) en 1839. Además de su trabajo pionero en la terapia del cannabis, O’Shaughnessy inventó el tratamiento moderno para el cólera y efectuó importantes contribuciones en diversos campos, ¡incluida la ingeniería submarina! O’Shaughnessy, que fue asistente quirúrgico y profesor de Química en una importante universidad de la India colonial, llevó a cabo los que probablemente fueron los primeros ensayos clínicos con el cannabis. Empezó llevando a cabo experimentos controlados con ratones, perros, conejos y gatos y, cuando estuvo convencido de su inocuidad, elaboró extractos manualmente a partir de recetas autóctonas y se los dio a algunos de sus pacientes. Su artículo de 1839 presentaba estudios de casos de pacientes con reumatismo, hidrofobia, cólera y tétanos. Uno de los casos era el de un bebé con convulsiones que respondió bien a la terapia con cannabis; según el artículo, en pocos días pasó de estar cerca de la muerte a «gozar de buena salud». ¹ De todos modos, advertía a los médicos que comenzaran con dosis bajas, para evitar un tipo de delirio «ocasionado por una continua ebriedad producida por el cáñamo». En la conclusión del artículo manifestaba que los casos clínicos le habían «llevado a creer que la profesión [médica] ha ganado un remedio anticonvulsivo de gran valor con el cáñamo». ² Entre 1839 y 1900 aparecieron más de cien artículos en revistas científicas que describían las propiedades medicinales de los cannabinoides. El uso del cannabis, tanto como estupefaciente como con fines terapéuticos, fue cada vez más común en Europa y en toda América desde la década de 1850 hasta la de 1930. Las tinturas de marihuana o extracto de cannabis eran productos de uso frecuente; tenían la reputación de proporcionar un alivio efectivo para el dolor y las principales empresas farmacéuticas los vendieron, durante este período, en Estados Unidos y Europa.
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